10.8.07

WiP / Lo que leyó Mirta en el Rojas

del libro III “Los sensuales”
Mitia se confiesa ante Aliosha

¡Vamos, ven y cállate! Quiero abrazarte.
¡Es coñac! Me figuro que vas a decirte “éste sigue bebiendo”. Pero no te fíes de las apariencias. “No creas a la turba vana y mentirosa, deja tus sospechas...” Yo no me emborracho nunca, “paladeo” únicamente. Siéntate, quiero estrecharte entre mis brazos hasta estrujarte, pues en todo el mundo no quiero de verdad a nadie más que a ti. A ti y a una maldita de la que me he enamorado por desgracia; pero enamorarse no es amar. Puede uno enamorarse y odiar al mismo tiempo. Acércate a la mesa y deja que te vea. Escúchame en silencio y te lo diré todo ¡Tengo necesidad de expansionarme! Únicamente tú podrás escucharme sin reírte. Quisiera empezar... mi confesión... con un himno a la alegría, como Schiller, An die Freude! Pero no conozco el alemán. Camino sin saber a dónde me dirijo, hacia la luz radiante o la infecta vergüenza. Ahí está la desgracia. Cuando estaba sumido en la más abyecta degradación (y así ha sido siempre) leí muchas veces versos sobre la miseria del hombre. ¿Me han corregido? ¡Desde luego que no! Y es porque soy un Karamazov. Porque cuando caigo al abismo, lo hago por completo, de cabeza: y me gusta caer así, encuentro belleza es esta caída. Y desde el seno de la vergüenza entono una canción. Estoy maldito; soy vil y desgraciado, pero beso el vestido donde se envuelve mi dios; sigo el mal camino, y sin embargo, soy tu hijo, Señor.
Pero basta de versos. Basta de versos. Voy a hablarte ahora de los “insectos”, de aquellos a quienes Dios ha premiado con la sensualidad. Yo soy uno de ellos, y eso puede aplicárseme a mí. La sensualidad es una tempestad. Me gusta la perversión por su abyección misma. Me gusta la crueldad ¿soy un insecto venenoso? ¡Un Karamazov y ya esta dicho todo! Estoy muy poco instruido pero he pensado mucho. ¡Cuantos misterios trastornan al hombre! Mi corazón encuentra belleza hasta en la vergüenza ¿comprendes este misterio? Es el duelo entre dios y el diablo, y el corazón humano es el campo de batalla.
La escala del vicio es la misma para todos. Yo estoy en el primer escalón, y tú estás más arriba, en el tercero, por ejemplo. Creo que es lo mismo: una vez puesto el pie sobre el primer peldaño hay que escalarlos todos.

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