25.2.08

Los Malheur: villanos

En la línea clásica del melodrama los Malheur, entonces, nuestros villanos. Hoy trabajamos sobre esa tríada que traerá horrores y penas a las casas Tigrov y Richardson. Odette Malheur en la soledad de su retiro convoca a sus hermanos. Lise y Alberto Malheur acuden a la cita. Entre los tres hay muchas cuentas impagas. Mucho dolor que mitigar. Pero algo es claro: juntos pueden todo, juntos pueden desarmar el mundo, juntos pueden aniquilar lo que se les ponga por delante. Presentados estos tres monstruos no habrá dudas sobre lo que se avecina: la tragedia tiene nombre. Y son los Malheur los dueños. Y son los Tigrov y los Richardson las inexorables víctimas.

Canto y piano

Diego (Penelas) al piano. Pablo (Rotemberg) mirando con abrasadora inquietud las manos sobre el teclado (será el encargado de tocar el piano en escena). Javier (Lorenzo), Luciano (Suardi), Gaby (Ferrero), Stella (Galazzi), Mirta (Bogdasarian), Nahuel (Pérez Biscayart) y el mismo Rotemberg fueron desgranando uno a uno sus canciones frente a mí. El resultado: conmovedor. Varios terminamos llorando (y nada de malos pensamientos sobre desafinaciones u otras cosas... nada de eso.) Las interpretaciones vienen poderosas. Y de eso pudimos dar cuenta en esta primer pasada de las canciones de Los Sensuales.

Epígrafe falso: Diego Penelas al piano y Mirta Bogdasarian con chalina blanca
a punto de cantar el aria dolorosa de Sonja Tigrov que la despide de este mundo.

De algo estoy seguro: emocionarán a más de uno. Y esa es la idea. Penelas es -sin dudas- un autor extraordinario. La música de las canciones está en lo más alto de la creación de este espectáculo. Son piezas ajustadas, dolorosas, maravillosamente diseñadas para las voces de los actores (de los nuestros, no en general, diseñadas para las voces de ESTOS actores) y que dan cuenta de los dolores más íntimos de los personajes. Las canciones - entonces- sobre el filo de aquello que no se puede decir: cuando la palabra los supere, cuando no haya más qué nombrar, Los Sensuales cantan.

22.2.08

El espacio

Bajtin escribe sobre Crimen y castigo:

"En el mencionado sueño de Raskolnikov el espacio adquiere un sentido complementario de acuerdo con la simbología carnavalesca. Lo alto, lo bajo, la escalera, el umbral, el vestíbulo, la entrada, indican el punto donde tiene lugar la crisis, el cambio radical, una inesperada ruptura del destino, donde se toman decisiones, donde se traspasan las fronteras prohibidas, donde se renuevan o se perece."

Y luego amplía:

"La acción en las obras de Dostoievski se lleva a cabo principalmente en estos "puntos". Mientras tanto, el espacio interior de la casa, las habitaciones, que se están alejando de sus fronteras, esto es, del umbral, casi nunca es utilizado por Dostoievski, si es que no tenemos en cuenta, desde luego, las escenas de escándalos y destronamientos en las cuales el espacio interior (de una sala o salón) se convierte en un sustituto de la plaza. Dostoievski deja de lado el espacio interior habitable construido y sólido de las casas, los apartamentos y las habitaciones alejadas del umbral. Lo hace porque la vida que él representa no transcurre en este espacio. Dostoievski está muy lejos de ser un escritor de interiores, de familias, de haciendas, etc. En un espacio interior habitado, alejado del umbral, la gente vive una vida biográfica: nacen, pasan la infancia y la juventud, se casan, tienen hijos, envejecen, mueren. Este tiempo biográfico también se deja de lado. En el umbral o en la plaza sólo es posible un tiempo de crisis, en el que un instante equivale a años, decenios e incluso a "billones de años" (como en el Sueño de un hombre ridículo).
(...)

Umbral, vestíbulo, corredor, descanso de escalera, escalera, escalones, puertas abiertas a la escalera, portones y, fuera de todo esto, la ciudad: plazas, calles, fachadas, cantinas, antros, puentes, canales. Éste es el espacio de la novela en Dostoievski. En realidad, están ausentes los interiores de salones, comedores, salas, gabinetes, dormitorios, espacios que olvidan la existencia del umbral y en los que transcurren la vida biográfica y los sucesos de las novelas de Turguenev, Tolstoi, Goncharov, etc.

Mijail Bajtin, Problemas de la poética de Dostoievski, FCE, México, 2003 - Páginas 249 / 251

+ El subrayado es mío.

Efectos colaterales



No siempre la pasamos tan bien, eh, no crean...
De todas formas nada que no se pueda arreglar con una charla.
De algo estamos seguros: nos queremos.
Y eso nos permite afrontar cansancios, zozobras, inseguridades, dolores, temores. Sonará ingenuo el post, pero es así.
La experiencia lo dicta y nosotros somos Los Sensuales, así que no hay medios tonos.

El ensayo del lunes 18 de febrero

Mijail Tigrov piensa en la mejor manera de amar.

Alberto Malheur en su disfraz de médico intentar curar el corazón de Mijail Tigrov bajo la mirada dolorosa de Sonja Tigrov.

Mijail Tigrov sueña que Alex Richardson lo ama y lo desea.

Alex Richardson le cuenta a Sonja Tigrov que ve a su madre en las formas móviles de una nube. La nube que ahora ven juntos muta y es el padre el que se dibuja en ella. La nube se parece al padre de Alex, la nube se parece al padre de Sonja. ¿Hermanos, entonces?

Damien Richardson cuenta el funesto hallazgo: su padre, Teodoro Tigrov, con la cabeza reventada a golpes de martillo yace en el piso rodeado de sangre: lo único que se mueve es la sangre, buscando una salida.

Odette Malheur recuerda frente a sus hermanos el dolor de ser testigo. Su hombre, Teodoro Tigrov, asesinado a golpes de martillo: "No pude ver al asesino, pero estoy segura que fue alguno de esos cinco monstruos que engendró: los Tigrov o los Richardson..."

Lise y Alberto Malheur, unidos, escuchan el dolor de su hermana.

Sonja
Los pájaros saben volar sobre las cabezas de los pecadores, el viento trae alivio a los asesinos, las aguas del río refrescan la boca de los violadores. Basta. Yo podría empuñar un arma y disparar al centro exacto de la creación. Matar, matar, matar: que la Naturaleza estalle en mil pedazos. Que todo vuelva a la nada. ¿Dónde empieza todo esto? Si yo pudiera descubrir dónde empieza todo esto, si frente a mí tuviese el inicio de todo este dolor, te juro, hermano, que dispararía con violencia una y mil veces sobre ese blanco para que nada sea, para no ser, nunca, nunca más… Un martillo entre mis manos: un golpe y ¡zas!

Mijail
Yo tampoco. Yo no voy a tener hijos. No. Sí… eso sí: voy a matar al padre… que hay en mí.

Todas las fotos © Ernesto Donegana

17.2.08

El viernes, cine

El viernes pasado - 15 de febrero de 2008- algunos de Los Sensuales nos encaminamos hacia la zona de Belgrano a degustar algunas delicatessen peruanas en Primavera Trujillana para luego deleitarnos con la última re-creación Dickensiana, excesiva, grandguiñolesca del genial Tim Burton y su cómplice Depp. Edward Gorey se hace presente en la extraordinaria película basada en el extraordinario musical de Steven Sondheim (gracias, siempre) Sweeney Todd.


Imposible olvidar algunos primeros planos, la manera en que las canciones fluyen entre esos personajes. Un ejemplo: Anthony Hope, el joven marinero que acompaña a Todd en su viaje de regreso de Australia y que sabrá enamorarse de la joven Johanna es invitado a pasar a la casa del juez Turpin (el único Alan Rickman): allí lo golpean hasta sangrar: "Te la comías con los ojos" - le dice el juez, carcelero y enamorado de Johanna. Luego Anthony queda solo en la calle, expulsado a golpes de la mansión Turpin. Mira a la cámara, tiene la boca llena de sangre. Canta la única canción de amor "casto" de toda la historia. La genialidad de Burton permite que ese momento sea el preanuncio del baño de sangre y el canibalismo que se avecinan: "Te la comías con los ojos", la boca llena de sangre, la voz alzándose sobre los muros cantando el amor. La película sucede en la niebla, en el Londres de Casa desolada de Dickens. No se pueden obviar las sombras de Murnau sobre el paisaje oscuro de Fleet Street (la calle en donde sucede la acción, la calle en donde Todd tiene su negocio sobre la casa de pasteles de Mrs. Lovett). No hay luz en toda la película, los subtítulos -blancos- encandilan (cuánto mejor sería poder verla sin subtítulos, en inglés: esperemos el DVD). La trama se mueve, previsible, en el terreno único del melo y el gore. No faltan elementos de aquellas novelas subterráneas ("el monje" Lewis, la Radcliffe) en donde la sangre corre por las alcantarillas y las almenas. La dama joven está prisionera, la venganza llega del mar, la justicia es por mano propia, el héroe es un villano, el villano es un burócrata. Los desposeídos se comen a los que los poseen. Por única vez. Hasta que la muerte los separe. La historia es un río de sangre sobreactuado (el color de la sangre en esta película de Burton es lo único que brilla). La escena final es una piedad única que quedará en mi memoria como una de las imágenes más conmovedoras del cine. Todd sostiene a su gran amor mientras que su sangre la baña por completo: la herida abierta en el lugar donde supo herir. Una catarata de sangre desde la garganta: el lugar desde donde se canta. Una celebración de lo gótico, la mejor historia de venganza (personal y social) jamás contada. Ojalá Los Sensuales encuentren eco en estos excesos. Que así sea.

1.2.08

La casa Malheur

ODETTE
Acá. Acá. Acá.
Grabado a fuego. Para siempre.
Mi amor. Mi único amor destrozado a golpes de martillo…
¿Y a ustedes les preocupa que no coma?


LISE
¿Te sentís bien humillándonos?
ODETTE
No hay que hacer ningún esfuerzo para eso.
LISE
¿Y tu dolor? ¿Y el duelo?
ODETTE
¿Duelo? No hay duelo. No habrá duelo. Habrá venganza. Sangre con sangre se paga.


ODETTE
No tengo dudas.
El asesino de Teodoro Tigrov tuvo que ser uno de esos cinco monstruos que arrastró por hijos: los Tigrov o los Richardson.
La noche era cerrada y no me atreví a correr, tanto espanto producía mi hombre bajo los golpes de martillo.


Todas las fotos © Ernesto Donegana

Una carta

"Amor, amadísimo, borro mi cuerpo para que me desees un buen descanso. Me preparo para una noche eterna donde vos y yo estamos solos – y somos uno – para siempre...

Quien quiso ser Tu Mijail."

Todas las fotos © Ernesto Donegana

La metamorfosis de Odette Malheur

El comienzo del gran melodrama. Odette Malheur dice:

"Lo vi.
Yo lo vi.
Yo tuve que ver.
Sangre: de su cabeza.
Golpes, en su cabeza.

Su cabeza que descansaba en mi regazo.
Sus cabellos que yo sabía enredar entre mis manos.
Sabía hundir estos, mis dedos, en la espesura marina de sus cabellos.
Tantos años ocultando al mundo, éste, nuestro amor.
Replegados sobre el hueco del silencio.

¿De qué sirvió, Teodoro, todo esto?
¿De qué sirvió?

(Grito de dolor. Se quiebra en pedazos.)

Mi hombre asesinado a golpes de martillo en la cabeza.
Y aunque la noche se empeñe en disfrazar al asesino: yo lo supe ver.
Y en vengarte, amor mío, se irá mi vida.

Demasiado silencio.
Ya no más.
En el peligro está la salvación.
A trabajar.

Estrellas, ustedes, son mis testigos.
Por ustedes juro, frente a ustedes juro."

Todas las fotos © Ernesto Donegana

Una carta para William

Sonja Tigrov, mensajera de su hermano Mijail, lleva la consabida carta de amor para William Richardson. El destino sabrá tejer otra trama.

Algo más que una carta es lo que se juega en este encuentro.

"He pensado que algún día me llevarías a un lugar habitado por una araña del tamaño de un hombre, y que pasaríamos toda la vida mirándola, aterrados."

El comienzo del fin.

Un amor para Sonja: el mismo que su hermano supo elegir.

Todas las fotos © Ernesto Donegana

Lise Malheur y William Richardson. El primer encuentro

Lise Malheur lista para matar.


Bienvenida a la casa Richardson, Madame Malheur.


Un huésped poco hospitalario parece ser el tal William. ¿Nace el amor?


Algunas explicaciones de Lise: "No podía ser de otra manera. Por la manera de caminar supe que eras el menor. Le dije a mi hermano: “Alberto, aquél debe ser el menor. Es inconfundible. No hay manera de que no sea.”


William "Muddy" Richardson aprende su canción desesperada con la ayuda del director.

Todas las fotos © Ernesto Donegana

El derrumbe de Alberto Malheur

MIJAIL
Si mi pulso se acelera es por la felicidad que siento en este momento.
ALBERTO
(Se sonroja.)
¿Y a qué se debe esa felicidad?
MIJAIL
Amo la vida, amo mi vida, doctor… quiero ser eterno, quiero vivir, vivir como nadie, porque estoy enamorado, Alberto. Encontré al hombre que curará todos mis males. Aquel que sabrá cerrar las heridas de mi corazón.


ALBERTO
(Lo acaricia. Hay algo en ALBERTO que excede la actuación: parece estar verdaderamente enamorado de MIJAIL.)
Vamos de a poco, Mijail…
MIJAIL
No se le puede pedir al viento que no anuncie tempestades.
No se le puede pedir al sol que apague su luz.
No se le puede pedir al mar que silencie el poderío de sus olas.
Y no se le puede pedir a este amor que se oculte.
No.
Lo amo.
Lo amo con toda mi alma.
Y lo voy a gritar con una canción.
Lo voy a gritar en el idioma del amor.


MIJAIL
I love you… I do love you William Richardson!!
(Impacto desmoronante en ALBERTO.)
El que bajo su corazón-coraza esconde a un niño más frágil que el cristal.
Criatura silenciosa de ojos profundos.
Esos mismos ojos por los que me sumergiré, pronto, ya, cuando sepa declararle este amor.
Pronto él sabrá, sí, él sabrá de este amor.
ALBERTO
(Con un hilo de voz.) Mijail, cálmese.


Anoche vi tu rostro
Y en sueños te besé
Después te hablé despacio
Y así supiste que era yo
Yo que siempre supe amarte así
Yo que siempre quise amarte, hoy
No te pierdo.

Te amo

Yo te amo así
Y a mí vendrás
Sé que vendrás, amor
Mi amor
Sabré quererte
Así.


Anoche vi tu rostro
Y en sueños te besé
Después te hablé despacio
Y así supiste que era yo
Yo que siempre supe amarte así
Yo que siempre quise amarte, hoy
Ya te pierdo.

Te amo

Te amo así
Y de mí te irás
Sé que te irás
Mi amor
Sabré llorarte
Así.

Así

Te amo así
Nunca amé así… y mientras pueda verte
Así
Amor, mi gran amor
Ya no vendrás, ya no vendrás
Y yo aquí sin vos.

Te tendré entre mis brazos
William, me vas a amar
Ya no sufras más
Entrarás en mi vida
Y mi alma encendida
Te abrasará

Todas las fotos © Ernesto Donegana

El encuentro en el parque

Sonja Tigrov y Damien Richardson en el parque. Un encuentro entre tantos...




Todas las fotos © Ernesto Donegana