31.1.08

El ensayo de hoy

Objetos que Fedor Dostoievski usaba para escribir.

¿Qué decir de un ensayo en donde todo sabe armarse de manera feliz? Eso sucedió hoy. Y -lo sabemos los sensuales- para la felicidad hay pocas palabras. Es por eso que les regalo imágenes del ensayo de hoy (y el de ayer también) que supieron formar un díptico para que la semana sea todo lo feliz que una semana puede ser. Doy fe que este espectáculo (más allá de los juicios y prejuicios de todos los que puedan ser espectadores) será un tren de alta velocidad: no hay respiro, las pasiones estallan como en el más radical de los melodramas. Gracias a todos Los Sensuales por confiar en este delirio que llevamos adelante. (Las imágenes las cargo mañana cuando Ernesto Donegana baje las fotos a esta máquina.)

29.1.08

Una aclaración

En La Nación de hoy salió publicada una nota sobre el proceso de ensayos de Los Sensuales. Y allí se nombra a María Onetto y a Analía Couceyro: ellas formaron parte de este proceso en sus inicios y hoy -cada una por sobrados y excelsos motivos- no están en el proyecto. Analía tiene entre manos algo nuevo en su vida (sabrán los que sepan) y la Onetto anda leyendo alguna cosa que le supe pasar y sobre lo que me gustaría trabajar con ella. Aclarado el punto: Los Sensuales siguen su marcha: ellas serán invitadas de honor al estreno, claro está.

Hoy en La Nación

Desordenado apunte de un melodrama
Alejandro Tantanian prepara Los sensuales, con un notable elenco


Tres veces a la semana, Alejandro Tantanian y su dream team de actores cumplen con el sigiloso rito del ensayo con un texto de Dostoievski como excusa, disparador y organizador del caos.

Lunes 21, a las tres y media de la tarde. Un grupo de actores (y qué actores) se reúne para darle vida a Los sensuales, uno de los tantos espectáculos de la escena alternativa que se están ensayando mientraslamayoría de los mortales anda de vacaciones. Dicen que el proceso culminará en abril, cuando esta personal versión de Los hermanos Karamazov, la última novela de Fedor Dostoievski, dirigida por Alejandro Tantanian , tome cuerpo en uno de los espacios de El Camarín de las Musas.

Claro que -por ahora- al cuerpo hay que pulirlo, hay que trabajarle los tonos, adecuar sus intensidades, bucear en sus desbordes e imaginar obsesivamente que todo eso se transforme en un hecho emocional que pegue en el plexo solar del espectador. En eso están.

Afuera hace calor (adentro también). Hay un nervio especial porque es la primera vez que están con el texto que Tantanian terminó de rumiar durante las Fiestas y que, a partir de hoy, comienzan a poner de pie esperando que en algún momento (por arte de magia, por arte de las casualidades, por arte de algo que no podrán explicar exactamente) se produzca un clic que ordene el caos. Paralelamente a estas búsquedas de aguas profundas, una de las actrices cuenta que dejó de fumar y que, para colmo, comenzó una dieta. O sea, una conversación como cualquiera. Claro que, llegado el momento, esta misma actriz reconvierte esa energía contenida en una furia arrasadora, envolvente y avasallante. Teatro, puro teatro.

"Hagamos como venga, no importa. Lo buscamos", le propone Tantanian a Luciano Suardi. "Vayamos a la situación", insiste. Acto seguido, la gran Stella Galazzi, en el papel de Odette Malheur, se larga a llorar desconsoladamente. Y busca un rincón. Y se golpea. Y llora. Y pega unos alaridos que llegan acá, al plexo solar de los que estamos observando. Mientras tanto, Suardi y Gaby Ferrero, los hermanos Malheur en la ficción, la observan. Va un intento. Va otro. Va un tercero. Nahuel Pérez Biscayart, Javier Lorenzo, Ciro Zorzoli y Diego Velázquez -sentados esperando su turno- se ríen de este melodrama explotado. En medio de ese fuego cruzado, Tantanian está concentrado en probar cierto trazo. Va otra primera escena. "Bien. Sí, bien. Pero probá de hacerla más putita, ¿entendés?", le sugiere a Gaby Ferrero. Y ella entiende, no caben dudas de que entiende. Y su Lise se convierte en una máquina de histeria.

Suardi (o Tantanian, no recuerdo) suma otro dato: "Me parece que está bueno pensar que ninguno de estos personajes tiene escrúpulos. Es una familia descabezada ante la falta de una figura paterna. Ya no hay ley y se produce un desmadre emocional". Acuerdan. Y esos acuerdos también toman cuerpo, se ven, se palpan.

Luciano Suardi, Stella Galazzi y Gaby Ferrero ante la mirada de Alejandro Tantanian

A las dos horas el ensayo culmina. El próximo encuentro será el jueves. La agenda es complicada porque a ellos hay que sumar a Mirta Bogdasarian, Pablo Rotemberg, Analía Couceyro y María Onetto. Pero el esquema de la propuesta incluye ausencias y alternancias de estas figuras clave de la escena local. De hecho, ya en el primer ensayo, que tuvo lugar el 11 de noviembre, faltaron tres.

El proceso de apropiación de imágenes, melodías, ideas y vericuetos continúa. La cartelera se pone en marcha y Los sensuales incentiva los sentidos. Pero, claro, habrá que esperar hasta abril.

Alejandro Cruz

18.1.08

El melodrama - Parte 1

Teodoro nace Tigrov. Su infancia es dura, de aquellas que no se olvidan y que dejan marca para toda la vida. Esa infancia y su propio demonio lo transforman en un verdadero monstruo. Su juventud es como la de casi todos los jóvenes: descarriada. Pretende sentar cabeza comprando algunos terrenitos. Termina perdiendo todo en el violento azar de la ruleta. Conoce a Odille Malheur. La rapta. La obliga a casarse con él. Odille abandona a la fuerza a su familia y se somete a los maltratos y excesos de Teodoro. Ponen una fábrica de tejidos. Ella pasa días enteros con sus noches frente a la máquina de tejer. Los TEJIDOS TIGROV son un verdadero éxito gracias al denodado esfuerzo de aquella enfermiza y hacendosa mujer. Teodoro sigue despilfarrando el dinero en el juego y en mujeres de malvivir. Entre tejido y tejido, Odille da a luz a dos niños: mellizos: Sonja y Mijail. Ambos padecen y atestiguan los dolores de Odille. Aquel padre sólo es sinónimo de maltrato y pesadilla. El peso ominoso de Teodoro se hace sentir sobre aquellas dos pobres criaturas.

Mientras transcurre la temprana infancia de los mellizos, Teodoro conoce a Sunny Richardson: un terrateniente venido a menos con quien entabla algunos negocios que -claro está- saben beneficiar al primero a expensas del hundimiento del segundo. Sunny, entonces, se ve obligado a jugarse todo en una mesa de póker frente a Teodoro. Su hija (Margaret) es parte de la apuesta. No es necesario decir que Teodoro gana aquel infausto póker y con él a la indefensa Margaret quien -para aquella- época demostraba ser una de las mujeres más hermosas de la región. Margaret, se decía, estaba posesa. Aquella noche en la que se transforma en mercancía, dicen, supo aullar como una jauría de lobos mientras Teodoro entraba en ella. Los aullidos de Margaret llevan a Sunny a volarse la tapa de los sesos en la pequeña biblioteca de la casa. Desde aquel momento Teodoro se convierte en único heredero de la pequeña fortuna Richardson. Aquella noche de lobos es la que engendra a Alex: el mayor de los Richardson. Teodoro, sin embargo, no abandona la casa Tigrov: mantiene en secreto a su segunda familia: los Richardson (a los que nunca dará su apellido). La belleza de Margaret parece expandirse con el paso de los meses. El pequeño Alex crece en un ambiente cargado de misticismo y devoción. Su madre parece cambiar la posesión demoníaca por la divina. Se encomienda a la virgen y sabe encomendar a su pequeño también. Los castigos se hacen sentir sobre el pequeño cuerpo de Alex. Su madre lo quema con la cera de las velas cuando lo ofrenda sobre el altarcito destinado a la Virgen. Alex crece arrullado por los rezos y criado en el rigor del sacrificio de los mártires. Sabrá reconocer en el mundo una conflagración gigante contra las huestes de la luz. Su vida estará marcada por la total desconfianza en el género humano y por la absoluta entrega a los suplicios de la carne. La salida, dirá, es el dolor. En la expiación de las culpas –dirá también- está la luz y la culpa está en la carne.

El melodrama - Parte 2

Mientras Alex va creciendo también lo hacen los mellizos Tigrov. Ambos enfrentan la vida con el mismo dolor y la misma melancolía. Son niños tristes, arrasados por la soledad de Odille y el abandono cotidiano de Teodoro. Abandono que a veces sabe disfrazarse de otra cosa: Sonja conoce la presencia del padre cuando aquel sabe visitarla por las noches y hurga -con paciencia y convicción de propietario- el delicado himen con los dedos de la mano izquierda. Sonja se encomienda a Dios al que imagina como un padre enorme, sin manos. Los padres, cree Sonja, no deberían tener manos. Ella, dice, será madre. Y durante varios meses decide dejar de usar las manos, las anula, no sabe ya cómo moverlas. Odille vive frente a la máquina de tejer y no puede ocuparse de la pequeña niña: es Mijail –entonces- quien alimenta a Sonja, quien juega con ella, la viste y la baña. Mijail es durante mucho tiempo las manos de Sonja. Y en ese ser parte del otro va olvidando su propia identidad. Mijail será la sombra de Sonja y -como ella- crecerá en un mundo femenino, como ella amará la Naturaleza y como ella sabrá que los hombres sólo buscan desarmar con los dedos lo que la Naturaleza supo, con tanto celo, hilvanar. Sonja y Mijail crecen en la certeza de que la Naturaleza sabrá devolverle al hombre lo que el hombre hizo con ella. Ambos saben que el poder de los animales se encierra en el alma de cada hombre bajo siete llaves y que llegará el día en que el séptimo sello sea violado para que del fondo del alma nazca, inmenso, decidido, final, el animal que sepa librar la última batalla.

Sonja Tigrov en el parque junto a Damien Richardson: crónica de un amor imposible.


Mientras los mellizos Tigrov conocen los secretos de la Naturaleza, Margaret Richardson se cae de una escalera abriéndose la cabeza sobre el exacto filo de aquel mueble que Teodoro insistió en poner al pie de la escalera, como si aquel accidente formase parte de un minucioso y exacto plan pergeñado por él. Parte de la masa encefálica de Margaret vino a rodar sobre el pulido piso del comedor y el cosido fue inmediato, casi sobre el charco de sangre y los restos de piel escamada. El médico dictaminó lo que era evidente: reblandecimiento cerebral. El segundo embarazo es descubierto en aquella misma revisación. Damien nacerá siete meses más tarde (en un parto trabajoso y prematuro) y será el lactante de aquella leche estúpida y reblandecida. Teodoro, claro, sabrá que aquel segundo vástago será el encargado de servir en la casa y que ya no será necesario seguir despilfarrando dinero en todos aquellos sirvientes. Damien crecerá en el rigor de la servidumbre, en el infierno de la esclavitud -infierno aún más hondo si el que dicta las ordenes es el padre. Alex recibe con enorme frialdad la llegada de Damien: lo culpa del accidente de su madre, lo culpa del silencio que habita la casa desde entonces. El tiempo irá limando esas asperezas cuando sea Damien el que comience a cuidar a su madre, a ayudarla día y noche, a permitir que la pobre Margaret recupere la fe, el habla y la capacidad salvadora de la lectura. Margaret le leerá entonces a Damien aquellos viejos relatos de cuando era niña, Margaret irá recuperándose gracias al amor de Damien. Amor salvaje, casi. Amor primario. Alex entenderá el sentido de la existencia de aquel sirviente que comparte su sangre. Quien parece seguir sin descubrirlo es Teodoro que ve con malos ojos la recuperación de Margaret ya que teme represalias sobre los constantes abusos que sobre el cuerpo de la estúpida él realiza diariamente cuando el demonio de la lujuria se hace presente. Margaret podría –así- hablar de todas aquellas prácticas vejatorias.

El melodrama - Parte 3

Pero el destino no permite que Teodoro siga focalizando su preocupación sobre la lentamente recuperada Margaret: Odille Malheur muere sobre la máquina de tejer y es encontrada por sus hijos enredada en madejas de lana y con las manos casi atravesadas por los filos de las agujas: una Parca.

El funeral es sobrio. Y Teodoro por primera vez se conduele ante aquella pérdida. Por eso avisa a los que sabe familia de la miserable Odille. Llegan al entierro Odette y Lise Malheur acompañadas de quien dice ser el marido de Lise: un tal Alberto. Odette es la hermana gemela de Odille. El shock que este parecido produce en Teodoro es ominoso. Como si la muerta hubiese dejado de lado los tejidos y se presentase, desmadejada, ante los vivos una vez más: así es Odette: el calco de su hermana. Pero si la muerta era pura devoción, en Odette esa devoción sabe encontrar el signo contrario. Negativo, entonces, de la buena Odille esta Odette. Teodoro se enamora, claro, perdidamente de Odette. Se enamora por primera vez en su vida.

¿Albertine Malheur?

Alberto y Lise, cabe aclararlo, son hermanos gemelos. Pero al nacer Alberto fue bautizado como Albertine. Alberto, hoy, nació mujer en familia silenciosa sobre esas cuestiones de género. Hermanos menores de Odette y Odille, Lise y Albertine vivieron juntos toda la infancia. A diferencia de sus hermanas mayores que encontraban identidad en la oposición, los menores supieron que estar indisolublemente unidos era su destino. Y aquel destino pareció terminarse de golpe el día en que Albertine decide dejar atrás aquel nombre para siempre. Los padres Malheur no soportan la noticia. Y se oponen firmemente a la decisión: de ninguna manera su hija se transformará en un hombre. Albertine desespera ante esta negativa. Y los intentos de suicidio se suceden con velocidad inesperada. Lise sufre en carne propia estos dolores fraternos (tal es la condición de los gemelos) y decide darle un corte drástico a la situación. Lise arma el plan: Albertine tiene que morir para que Alberto nazca. Simulan, entonces, la muerte de Albertine y engañan a los padres. Odette es cómplice silenciosa de aquel plan (Odille ya había sido raptada por Teodoro y nada se sabía de ella hacía tiempo.) El cuerpo de Albertine es sometido a múltiples y dolorosas operaciones para transformarse en el cuerpo de Alberto. Y la manera en que Alberto pueda reinsertarse en la familia es bajo la farsa del casamiento. Lise dice haber conocido a Alberto y expresa su deseo de querer casarse con él. Los padres aceptan de buen grado al candidato, cuyo nombre y facciones les hacen recordar a los de su querida Albertine. Alberto y Lise se casan bajo la ley de Dios. Y desde entonces viven como marido y mujer. Nada sabemos de lo que ocurre puertas adentro en la casa Malheur. Lo cierto es que Lise no perdería jamás a su amada Albertine: por nada del mundo. Los padres Malheur mueren en un accidente automovilístico cuando la insistencia sobre el nieto que querían les diesen Lise y Alberto se tornaba insoportable. Con el sordo consentimiento de Odette, los tres hermanos siguen viviendo juntos ocultando al mundo algunos detalles.

El melodrama - Parte 4

La misma noche en que Odille Malheur muere sobre las agujas, Margaret Richardson descubre que está embarazada por tercera vez. Y, transcurridos nueve meses de aquella muerte, nace el pequeño William y Margaret Richardson -la posesa, la idiota, la madre- muere a poco de dar a luz, en el piso superior de la casa que la vio sufrir sin descanso, en la exacta cama sobre la que padeció las torturas y vejaciones de Teodoro Tigrov.

El nacimiento de William convencerá a Teodoro de abandonar –de manera definitiva- a los mellizos Tigrov: desentenderse de ellos, expulsarlos de su vida para siempre. Y así lo hace. Sonja y Mijail son olvidados por su padre: abandonados a la orfandad numerosa de la época. Hijos sin padres, ellos.

Odille (su recordada mujer, su preferida, su aparecida de entre los muertos) estará presente en su amorosa relación con Odette (relación que supo nacer la misma tarde en que ambos se vieron frente al cuerpo sin vida de Odille) y en la manifestación del amor paterno hacia William: el amor hacia el cuerpo de Odille en el cuerpo de Odette, el amor hacia el alma de Odille en el alma de William (imposible dejar de pensar que el día que la pobre Odille fue enterrada su tercer hijo –William- gravitaba las vísceras de la difunta Margaret, imposible dejar de pensar en la transmigración de las almas). Teodoro –sí- reconoce el alma de Odille en el alma de William y se enamora de su hijo así como sabe enamorarse del cuerpo de Odette, calco resplandeciente de su hermana.

¿El fantasma de Odille Malheur?

William, el tercero, el menor de los Richardson, el hijo de la muerta, será la némesis de Teodoro: crecerá en el odio irracional hacia el padre. No habrá gesto de acercamiento de Teodoro que William reconozca como genuino.

Odette sigue siendo la mujer secreta de Teodoro, la que todo lo sabe, la confidente, la depositaria de toda esta historia, la que teje lentamente el plan que llevará al inexorable fin de la tragedia.

La suerte está echada. Y los dados están marcados, siempre.

Ayer Gran Lectura Ayer

Ayer, en el estudio de Ernesto Donegana (el gran Tuqui), hicimos la primer lectura de Los Sensuales. El texto está avanzado y los signos de preocupación de las caras que verán a continuación no se condicen con el disparate que estamos armando. El lunes 21 arrancamos con los ensayos nuevamente y en recta final. Que disfruten de la galería:

La mano del director y autor aferrando el original

Luciano Suardi es Alberto Malheur

Gaby Ferrero es Lise Malheur

Ciro Zorzoli es Teodoro Tigrov

Javier Lorenzo en Damien "Stinky" Richardson

Diego Velázquez es Mijail Tigrov

Nahuel Pérez Biscayart es William "Muddy" Richardson

Signos de preocupación evidentes

Ausentes con aviso:
Stella Galazzi que será Odette Malheur
Mirta Bogdasarian que será Sonja Tigrov
Pablo Rotemberg que será Alex "Dumby" Richardson

Todas las fotos © Ernesto Donegana

13.1.08

Lo que trae el 2008


" ... y, en la escena alternativa, Alejandro Tantanian hará este año una versión de Los hermanos Karamazov, con un seleccionado de actores de primerísimo nivel. "

La Nación / 3 de enero de 2008