18.1.08

El melodrama - Parte 1

Teodoro nace Tigrov. Su infancia es dura, de aquellas que no se olvidan y que dejan marca para toda la vida. Esa infancia y su propio demonio lo transforman en un verdadero monstruo. Su juventud es como la de casi todos los jóvenes: descarriada. Pretende sentar cabeza comprando algunos terrenitos. Termina perdiendo todo en el violento azar de la ruleta. Conoce a Odille Malheur. La rapta. La obliga a casarse con él. Odille abandona a la fuerza a su familia y se somete a los maltratos y excesos de Teodoro. Ponen una fábrica de tejidos. Ella pasa días enteros con sus noches frente a la máquina de tejer. Los TEJIDOS TIGROV son un verdadero éxito gracias al denodado esfuerzo de aquella enfermiza y hacendosa mujer. Teodoro sigue despilfarrando el dinero en el juego y en mujeres de malvivir. Entre tejido y tejido, Odille da a luz a dos niños: mellizos: Sonja y Mijail. Ambos padecen y atestiguan los dolores de Odille. Aquel padre sólo es sinónimo de maltrato y pesadilla. El peso ominoso de Teodoro se hace sentir sobre aquellas dos pobres criaturas.

Mientras transcurre la temprana infancia de los mellizos, Teodoro conoce a Sunny Richardson: un terrateniente venido a menos con quien entabla algunos negocios que -claro está- saben beneficiar al primero a expensas del hundimiento del segundo. Sunny, entonces, se ve obligado a jugarse todo en una mesa de póker frente a Teodoro. Su hija (Margaret) es parte de la apuesta. No es necesario decir que Teodoro gana aquel infausto póker y con él a la indefensa Margaret quien -para aquella- época demostraba ser una de las mujeres más hermosas de la región. Margaret, se decía, estaba posesa. Aquella noche en la que se transforma en mercancía, dicen, supo aullar como una jauría de lobos mientras Teodoro entraba en ella. Los aullidos de Margaret llevan a Sunny a volarse la tapa de los sesos en la pequeña biblioteca de la casa. Desde aquel momento Teodoro se convierte en único heredero de la pequeña fortuna Richardson. Aquella noche de lobos es la que engendra a Alex: el mayor de los Richardson. Teodoro, sin embargo, no abandona la casa Tigrov: mantiene en secreto a su segunda familia: los Richardson (a los que nunca dará su apellido). La belleza de Margaret parece expandirse con el paso de los meses. El pequeño Alex crece en un ambiente cargado de misticismo y devoción. Su madre parece cambiar la posesión demoníaca por la divina. Se encomienda a la virgen y sabe encomendar a su pequeño también. Los castigos se hacen sentir sobre el pequeño cuerpo de Alex. Su madre lo quema con la cera de las velas cuando lo ofrenda sobre el altarcito destinado a la Virgen. Alex crece arrullado por los rezos y criado en el rigor del sacrificio de los mártires. Sabrá reconocer en el mundo una conflagración gigante contra las huestes de la luz. Su vida estará marcada por la total desconfianza en el género humano y por la absoluta entrega a los suplicios de la carne. La salida, dirá, es el dolor. En la expiación de las culpas –dirá también- está la luz y la culpa está en la carne.

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