7.8.07

WiP / El gran Inquisidor - Fragmento

La acción transcurre en España, en el siglo XVI, durante el reinado de la Inquisición.
Jesús decide bajar nuevamente a la tierra y presentarse ante los hombres.
Es reconocido inmediatamente.
Le piden un milagro.
Jesús realiza dos: cura a un ciego y resucita a una niña.
Desde la catedral el Gran Inquisidor lo observa.
Ordena que lo apresen.
Jesús es arrestado y conducido a un oscuro calabozo.
Esa noche el Gran Inquisidor se presenta en la celda, con un candil en la mano y dice:


“¿Sos vos? ¿Vos? ¿Para qué viniste a molestarnos? ¿Sabés lo que pasará mañana? Te voy a condenar y quemar en la hoguera como al peor de los herejes. Y ese mismo pueblo que hoy te agradecía, lanzará carbones en tu hoguera. ¿Entendés?
Sí… quizás lo entiendas.
El diablo habló con vos en el desierto. Te formuló tres cuestiones, ésas que nos fueron trasmitidas en los evangelios como las tentaciones. Sin embargo en estas tres cuestiones, que vos rechazaste, estaba escrito el futuro de la humanidad.
¿Quién tenía razón? ¿Él o vos?
La primera cuestión decía:
“Quieres ir al mundo y vas con las manos vacías, sólo con promesas de libertad. ¿Ves estas piedras del desierto? Conviértelas en panes y la humanidad entera correrá detrás tuyo como un rebaño agradecido y obediente.”
Pero rechazaste la proposición diciendo que no sólo de pan vive el hombre.
Quiero que sepas que por ese mismo pan terrenal el hombre se levantará contra vos para irse junto al diablo.
Quiero que sepas que nosotros los alimentaremos y mentiremos diciendo que es en tu nombre.
Los hombres pondrán su libertad a nuestros pies y dirán “hágannos esclavos, pero aliméntennos”.
La humanidad es endeble… viciosa… insignificante.
Supongamos que detrás tuyo y en nombre del pan celestial prometido fueran decenas de miles… ¿que pasaría con los miles de millones que te aman pero que no tienen fuerzas para desdeñar el pan terrenal? ¿O sólo te importan los fuertes?
A nosotros nos importan los débiles, nos pondremos al frente de los débiles y los débiles nos tomarán por dioses, y ya no te dejaremos venir a nosotros.
Esto significaba esta primera cuestión en el desierto y la rechazaste en nombre de la libertad.

La segunda cuestión es ante quién inclinarse.
Conocías -no podías desconocer este misterio fundamental de la naturaleza humana- pero rechazaste lo único que se te ofrecía para forzar a todos a inclinarse ante vos: el pan terrenal
Deseaste el libre amor del hombre, para que fuera detrás tuyo libremente, y con el corazón libre decidir por sí mismo qué era el bien y qué era el mal, teniendo por guía solamente tu imagen.
Hay solamente tres fuerzas que pueden vencer y cautivar para siempre la conciencia de los hombres: el milagro, el misterio y la autoridad.
Vos rechazaste las tres.
No bajaste de la cruz cuando te lo pedían para creer en vos, y no lo hiciste para no esclavizar al hombre a una fe milagrosa, querías una fe libre.
Respetándolo tanto actuaste como si hubieras dejado de compadecerlo, si lo hubieras respetado menos le hubieras exigido menos y entonces habrías estado mas cerca del amor.
Inquietud, rebeldía y desdicha: ése es el destino actual de los hombres después de que padeciste tanto por su libertad.

¿De qué son culpables los débiles que no pueden soportar lo que soportan los fuertes? ¿Es posible que sólo hayas venido para los elegidos?
Pero nosotros rectificamos tu proeza y la fundamos sobre el milagro, el misterio y la autoridad.
¿Por qué me mirás tan callado con esos ojos mansos? Enojáte.
Nosotros no estamos con vos, sino con él. ¡ése es nuestro secreto! Tomamos de él todo lo que rechazaste, con nosotros todos van a ser felices y no van a rebelarse ni a aniquilarse unos a otros como con tu libertad.
No quiero tu amor, porque yo tampoco te amo.”

Este fragmento fue leido por Stella Galazzi en la noche del Rojas: ayer.

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