15.7.07

Un Goethe elegido por Bogdasarian

La gran Micha Bogdasarian en un ensayo de Los Mansos / © Ernesto Donegana

Yo marcho delante... voy a mi padre... él oirá mis gemidos, me consolará hasta que tu vengas. Entonces yo volaré a recibirte, te tomaré por la mano y confundiremos nuestras existencias en un abrazo eterno. No sueño, no deliro. A las puertas de la tumba, el día me parece más claro, más sereno. Volveremos a vernos. ¡Tu madre! Yo voy a verla, voy a unirme con ella, sí; voy a desahogar todo mi corazón en el suyo.
He oído hablar de una raza de caballos que cuando se sienten sofocados violentamente por una desenfrenada y larga carrera, se abren una vena con sus propios colmillos para aliviar su respiración. Muchas veces me vienen a mí ideas de abrirme las venas para procurarme y conquistar una eterna libertad.
Por la noche me propongo levantarme al día siguiente para ver salir el sol, y por la mañana me encuentro en la cama mucho después de que ha salido. Durante el día espero gozar por la noche de la claridad de la luna: llega la noche y me quedo en mi cuarto. Yo no sé no por qué me levanto ni por qué me acuesto. Desde que no la veo, el sol, la luna, las estrellas pueden salir y ponerse cuando y como quieran, porque yo no sé cuando es de día, ni de noche; cuando hay sol o hay luna, para mí ha desaparecido el universo entero.

Fragmento del Werther

Goethe por Tischbein

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