25.7.07

WiP / Diego Velázquez dice:


A mi modo de ver, el amor de Cristo por el hombre es una especie de milagro imposible en la tierra. Cierto, Él era Dios. Pero nosotros no lo somos. Supongamos, por ejemplo, que yo sufro mucho; otro, por ser otro y no ser yo, no podrá saber nunca hasta qué punto yo sufro.
Lo sorprendente no es que Dios exista en verdad; lo asombroso es que semejante idea haya podido meterse en la cabeza de un animal tan fiero y maligno como es el hombre; hasta tal punto es sacrosanta, hasta tal punto es enternecedora, hasta tal punto es sabia y hasta tal punto hace honor al hombre.
Me gusta el heroísmo humano, en el que, quizás he dejado de creer hace tiempo, pero al que sigo honrando de corazón, por la fuerza de la costumbre.
Quiero conocerlo de una vez para siempre y quiero que me conozca usted a mí. Y con esto nos despedimos. A mi juicio, lo mejor es conocerse antes de separarse. He aprendido a respetarlo: el hombrecito se mantiene firme me he dicho. Por que usted se mantiene firme ¿no es cierto? A mí me gustan los que son firmes, independientemente de la base en que se sostengan. Su mirada expectante ya ha llegado a no hacérseme desagradable; al contrario, ha acabado gustándome… me parece que me tiene afecto.
Muchas veces me he preguntado si existe en el mundo una desesperación capaz de vencer en mí esta sed de vivir, furiosa y, quizás, indecorosa, y he decidido que, al parecer, no existe.
Me iré… no sé adonde. Quiero viajar a Europa, partiré de aquí; ya sé que el viaje que emprenda me llevará solo a un cementerio, pero será, ése, el cementerio más querido. Sé de antemano que caeré sobre la tierra para besar aquellas piedras y llorarlas, pero, al mismo tiempo, estaré convencido con todas las fibras de mi ser de que todo aquello no es más que un cementerio, absolutamente nada más. No lloraré de desesperación, seré feliz por las lágrimas que haya vertido. Me embriagaré con mi propia ternura. Esto no es cosa de la mente, de la lógica; es un amor que sale de las entrañas, es el amor por las primeras fuerzas juveniles de uno mismo.
Son numerosos, son innumerables, los muchachos rusos, los de mayor originalidad, que en nuestro tiempo hablan tan sólo de los problemas eternos ¿no es así? Ser un hombre ruso, a veces, no es, ni mucho menos, prueba de inteligencia. De todos modos, a uno de estos muchachos rusos le quiero yo con toda el alma.
La tontería es corta y simple, mientras que la inteligencia serpentea y se esconde. La mente es canalla, mientras que la torpeza es franca y leal. He llevado el asunto hasta mi desesperación, y cuanto más torpemente lo haya expuesto, tanto más favorable me resulta.
Todo cuanto le he dicho esta mañana es verdad. Es mejor así: me he levantado y me he ido para siempre. De todos modos de histerismo no ha muerto nunca nadie.
Le amo locamente, no importa que no me ame usted, pero sea mi marido. No tema no voy a serle un estorbo, seré como un mueble suyo, la alfombra por la que usted pasara… quiero amarlo eternamente.

Texto elaborado por Diego Velázquez a partir de fragmentos de la novela de Fedor Dostoievski. Leido, luego, en el marco del Work in progress / Rojas / Agosto 2007.

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