15.7.07

Cuaderno de notas 02


Gaby Ferrero recuerda una anécdota cuando supo acampar en un lugar de Catamarca. Llegaron de noche y les indicaron el mejor lugar para hacerlo. Una vez instalados escucharon sonidos terribles que parecían venir del río. Habían acampado a la vera de un río. Gaby creyó que aquel sonido eran miles de ranas que cantaban al silencio de la noche. Con dificultad, encontró el sueño. A la mañana siguiente supo que aquel lugar era un acantilado y que allí abajo el río se amoldaba a la montaña que estrechaba sus laderas dejando un pequeño hilo de agua correr. La historia cuenta que el sonido no era de ninguna rana sino que era el lamento de las almas de cinco adolescentes mujeres que supieron arrojarse al río desde aquella altura. Esto me recuerda a mí el origen del sonido de las aguas del río. Cuentan que cuando Orfeo perdió a Eurídice por segunda vez a la salida del reino de los muertos, fue recibido por las Bacantes y que éstas supieron despedazarlo y colocar su cabeza desemembrada sobre un camalote. Junto a la cabeza de Orfeo –aún con vida- colocaron su lira y dicen que la voz de Orfeo atraviesa las aguas nombrando a su mujer: “Eurídice, Eurídice, Eurídice”. Y que ese nombrar a la amada sin pausa es el sonido de las aguas, que las aguas suenan así desde la muerte de Orfeo que supo darles música: antes las aguas eran silentes y desde aquel momento aprendieron aquel sonido, Orfeo habla en las aguas y nombra sin final a su amada perdida y encontrada para siempre.

No hay comentarios.: