29.11.08

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Seres que se desean en una ópera del siglo XXI

Una madre, un padre ausente, dos hermanos mellizos (él y ella), un hermano y una hermana, tres hermanos. Entre estos nueve personajes surgen las pasiones desencontradas. Odette, otrora el cisne blanco, jura la venganza de su marido, Teodoro. La van a ayudar los dos mellizos, Lise y Alberto. Mientras, las historias de Mijail y Sonja se van a entrecruzar en los caminos del deseo de Alex, Damián y William. Los personajes hablan, gritan, sufren, lloran. Cantan su pena y bailan su pasión. En un punto, nos perdemos en los parentescos; lo que importa es el deseo, la fantasía, los amores no correspondidos. Desear al que no nos ama, tener el deseo del Otro en la piel. Confundirse en emociones violentas, que todo lo perturban. Muerte, locura, suicidio, amor perturbador que todo lo enceguece hasta los lazos de sangre. Las actuaciones inundan el espacio, cubren todos los rincones; la luz varía de acuerdo a la intensidad de los sentimientos, el vestuario va delimitando modelos de actuar en la vida.

Lo que estamos presenciando, dada la fuerza de la emotividad, es una auténtica ópera del siglo XXI. Alejandro Tantanian ha explotado esa veta para lograr que nos adentremos en un mundo sin Padre, sin Dios ni perdón. Todos huérfanos del amor de una mirada atenta, luchan por conseguir, mantener y soportar el amor de sus hermanos de jauría. Ellos se tocan el corazón, ellas, la entrepierna. A todos los consume la hoguera de los amores imposibles, aquellos en que un instante es vital para que el latir se detenga, y deje fluir la sangre y los fluidos de la carne.
Basado libremente en personajes de la novela decimonónica rusa “Los hermanos Karamazov” de Dostoievski, podría decirse que Tantaniàn declara que el amor es sagrado, como afirman sus intérpretes en escena.

Todo el elenco funciona como un todo orgánico, del que se destaca el trabajo del primer deseante, cronológicamente hablando, Diego Velázquez como Mijail. Las actuaciones realmente cobran vida en los cuerpos (y las almas) de Mirta Bogdasarian (Sonja); Pablo Rotemberg (Alex), que se luce con la expresiva coreografía, Javier Lorenzo (Damien), Nahuel Pérez Biscayart (William, el benjamín), Luciano Suardi y Gaby Ferrero (los mellizos derrotados por la pasión, Alberto y Lise). Y para el inicio y cierre de la obra, Stella Gallazzi (Odette), sedienta de venganza por el asesinato de Teodoro (el fantasmal Ciro Zorzoli).

La música y las canciones que recorren el arco desde Chopin hasta las baladas románticas, y los temas compuestos especialmente para la obra están imbricadas con naturalidad en medio de la narración de los cuerpos deseantes. Las luces, aparentemente cuatro simples lámparas van siguiendo y aportando los climas necesarios a medida que se develan las intrigas. El vestuario está de acuerdo a cada personaje. Un auténtico tratado sobre las pasiones y el Amor, con reminiscencias al Banquete de Platón, Freud, Lacan y los poetas rusos.

Una ópera del siglo XXI.

Silvia Sánchez Urite

www.dramateatro.com

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